lunes, 30 de julio de 2012

¡Y DALE A LA RULA…!



“El juego subsidia a la educación”. La educación fomenta e inculca los logros por el esfuerzo propio…

La ruleta gira y gira frenética bajo la mirada apasionada y ansiosa del crónico  jugador. La bola salta de uno a otro casillero y, con cada brinco, la adrenalina fluye como un torrentoso rio de excitación desenfrenada. Al fin, el esférico elemento se detiene en el impávido estático número, la tención llega a su cumbre... Una ligera sonrisa del crupier y un puñado de decepciones impera. Alrededor, las miradas están sin salida, como un torrente líquido de ilusión es detenido en la sólida represa de la realidad. El profano ritual lúdico vuelve a repetirse tantas veces como la inocencia cándida del ansia de riquezas del jugador.

Máquinas tragamonedas, ruletas, naipes, caballitos y bingos son maquillados con shows artísticos, cenas atractivas con camareras bien dispuestas… El negocio está montado, la jaulita está abierta, sólo falta la “aproximación del jilguero”…


La moda y los juegos de azar son los dos mayores exponentes de la SIN-RAZÓN, por un lado la llamada “moda” determina qué se debe usar y qué no, cuáles son los peinados adecuados, la música “copada” y los modismos correctos. Cierta cantidad  de individuos borreguilmente aceptan esta mordaz dictadura glamorosa de auténticos héroes de cartón perfumado. Y los juegos de apuestas que desafían toda lógica razonable. Sólo mencionaremos la conocida “mecánica” de las máquinas tragamonedas que están programadas para negarle “suerte” al usuario por más entusiasmo que coloque en accionar la estéril palanca del rectangular burlón entretenimiento.


¡La banca siempre gana, los jugadores siempre pierden! En los bingos y casinos existen cámaras de seguridad que observan a “las manos que suele ser más rápida que la vista” Pero estos guardias de seguridad son vigilados a su vez por otros hombres que controlan a los primeros. Pero no se detiene aquí el cuidado del gran negocio. Existen los cuerpos de custodia de elite que todo lo supervisan. Por si esto fuera poco, si  algún cliente juega aplicando un sistema matemático es expulsado del casino inmediatamente. Así rezan las firmes leyendas prohibitorias en la entrada de estos establecimientos, donde se prohíbe jugar sistemáticamente. El derecho de admisión es solemne y rígido. 

Comprendemos a los gobernantes que ante la realidad reinante buscan obtener recursos económicos de bingos y casinos. No obstante, existe una gran contradicción cultural  que un día deberemos abordar y encausar.


Los deportes, las ciencias, las grandes religiones de la humanidad, junto a las profundas filosofías y diversas escuelas de pensamiento, inculcan el valor del esfuerzo propio y colectivo. Nos enseñaron a cuidar el centavo diciendo: “¡Si cuidas el centavo, el peso se cuida solo!”. Desde el augusto seno familiar el ahorro fue un valor educacional sustantivo, al igual que la sana inversión en terreno y ladrillos como el marco adecuado para que el hogar familiar impere y se desarrolle. En este hemisferio ético, los juegos de azar no tienen lugar en el templo de la mesa familiar.


Mientras nuestra sociedad busca su cauce de amor, solidaridad y belleza de la mano de la divina disciplina; otros viven pensando en la mentira de la “suerte”. La verdad es la ley de causación.

Pero el desorientado dice: ¡y dale a la rula…!



Máximo Luppino

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