miércoles, 10 de octubre de 2012

Marcha a Luján


El sábado 6 de octubre miles de personas, en su mayoría jóvenes, emprendieron una vez más, como todos los años, la mítica caminata a la reverencial basílica de Luján.

La dulce consigna fue: “Madre, enséñanos a trabajar por la justicia”. Un hondo sentir solidario atravesaba la multitud, como si un himno celestial y augusto reanimara la conciencia fraternal de los caminantes. Pocas líneas se pudieron apreciar en periódicos y revistas, escasas imágenes se divulgaron en los medios televisivos. Parecería que la sana devoción poco interesa a los ávidos auspiciantes mercantilistas capaces de desnudar a la abuela con tal de vender un electrodoméstico.

Los kilómetros fueron devorados metro a metro, el cansancio y el dolor fueron fácilmente superados. La FE empuja siempre hacia adelante. Muchos peregrinaban cantando alegres tonadas de fraternidad. Otros caminaban en silencio, deambulando solitarios por los laberintos recónditos de su propia mente, allí donde los pensamientos buenos son como preciados faros de luz cósmica en las playas infinitas de nuestra propia alma. Pero a no desesperar, los que transitan el sendero, tarde o temprano encuentran a DIOS.

Mucho más cerca de la tierra veíamos centenares de banderas argentinas, y entre sus luminosos pliegos de eterno azul y purísimo blanco, sentíamos a nuestros héroes vivos y atentos. Hasta nos pareció ver escenas de dolorosa heroicidad de nuestros combatientes de Malvinas. La valentía y la lucha, el sable y la poesía danzaban traviesamente en el frio océano austral de nuestra imaginación. Pero la virgen de Luján, patrona de nuestra Nación, nos rescató de la duda, orientándonos hacia la unidad y el bien común. En un costado quedaron los torpes rojos estandartes de la lucha entre hermanos. Una vez más, el SOL de nuestra bandera nos iluminó.

La peregrinación llegó a destino con una legión de apenas visibles ángeles y arcángeles, querubines y demás celestes deidades, toda la legión de la Santa Madre regalaba bendiciones por doquier.

Una caminata más, una marcha más, una de tantas que se encaminan para lograr  la paz y la bienaventuranza del planeta.

“¡Madre, enséñanos a  trabajar por la justicia!”… El que respira a nuestro lado no es un competidor, menos que menos un enemigo, es nuestro hermano de senda. O bien, como diría el gran Atahualpa sobre nuestros amigos:” ¡Un amigo, es uno mismo con otro cuero!” En esta campestre frase del gran poeta gaucho marcha toda nuestra FE.

Máximo Luppino   

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